Entre la niebla, Raúl y yo nos adentramos en uno de esos circos gredenses que, sobre todo en invierno, son islas absolutamente desiertas. Lugares en los que es imposible encontrarte con nadie y en los que esa civilización atormentada y atormentante queda muy, muy lejos.
Si además las nubes y la ventisca cierran la vista a pocos metros, la sensación de aislamiento es total.
Y ahí estamos, buscando una línea nueva que rasgue la pared y el silencio. Entre el Risco del Fraile y el Risco de las Hoces, en el Gredos lejano, donde la pared sube hasta los casi 2350 metros de una cota sin nombre a la que yo bautizaría como el Risco del Sol Naciente.
L1. 60 m/3+
Gulot a 70° que desemboca en un diedro helado a 80° por el que se asciende hasta un nevero colgado.
Reuniones y protección en roca.
Diedro. |
L2. 60 m/65°/M5+
Resaltes mixtos que acaban en un techo desplomado, tras superarlo se sale a un corredor a 65° que alcanza el cordal.
Salida del desplome |
En detalle |
Queda un descenso tan largo como la aproximación en el que poco a poco se despierta de este sueño. La realidad, con un carnaval inusitadamente muerto por estas tierras, es triste. A pesar de todo, dos niñas sonrientes, disfrazadas de conejita y gatita, ponen una nota de color y alegría que invita al optimismo.
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