La pared noroeste de La Galana es mi escenario alpino preferido. Lo tiene todo, verticalidad, soledad, lejanía, compromiso...
Mi colección de fotografías invernales en las que es la protagonista es muy amplia y hace ya mucho tiempo pensé en una línea que nunca he visto formada del todo. Bajo la cumbre norte o Canchal de la Galana se desgaja, vertical y rectilínea, una sucesión de fisuras y diedros que, interrumpida por un nevero colgado, hace intuir un recorrido que sería el último que quedaría por trazar en la pared. El otro día, desde El Belesar, se veía una relativa continuidad blanca en él, pero sabemos que a la nieve le cuesta transformar en las noroestes y que, con los primeros golpes de calor, tiende a despegarse. Tal vez, la clave sea buscar un día excepcionalmente frío en el que esa nieve pegada esté tan dura que permita traccionar. Con esa idea en la cabeza, Yaco y yo, en la madrugada más gélida de lo que va de invierno, nos ponemos en marcha desde La Plataforma.
Pero esta intención tiene un precio.
Al llegar al Venteadero y asomarnos a Cinco Lagunas parecen abrirse las puertas del infierno: viento norte helador, nube metida y ventisca... Un infierno sí, pero un infierno maravillosamente blanco, entre la niebla, la pared se intuye abarrotada de hielo y con todas sus líneas dibujadas. Entre ellas, la objeto de nuestro deseo, parece, salvo una pequeña sección, continua en su trazo blanco.
Destrepamos por la canal que separa Los Gutres de La Galana, canal que, en esta ocasión, se presenta completamente helada, y nos dirigimos a la base de la pared, nos equipamos intentando resguardarnos del viento tras una roca, nos abrigamos más que nunca y escalamos sin cuerda por pendientes de 60° con algún resalte de 65°. Hielo puro en el que los errores no están permitidos y miradas hacia arriba tratando de encontrar una buena perspectiva.
Hacemos la reunión inicial con dos tótems y sacamos las cuerdas. Vamos a hacer largos cortitos pues la comunicación, de lo contrario, sería imposible, además es un día en el que cualquier fallo provocaría una situación muy comprometida en un entorno alejado, sin cobertura ninguna, y con una sensación térmica próxima a los -25°C.
L1: 40 m, 4+
Un sutil paño de hielo de difícil protección gana metros con elegancia, para encarar la vía hay que ir por su parte central (hielo fino) separándose del hielo grueso de su parte derecha o bien ir por la derecha y después hacer una expuesta travesía hacia la izquierda. Tras él, una chimenea helada vertical lleva a un pequeño nicho donde hacer una reunión colgada.
Protección precaria con un solo tornillo en todo el paño y después, ya en la chimenea, 2 tótems, reunión con 3 tótems.
L1. |
L1. |
L2: 25 m, 3+/M5+
Resalte ligeramente extraplomado en mixto duro (roca algo rota), superado, una pequeña goulotte da continuidad a la línea hasta una corta vira hacia la izquierda en la que hacer reunión bajo un nuevo resalte. Protección y reunión con totems.
Desde encima del resalte. |
Llegando a la reunión. |
L3: 40 m, 4/M4
Corto resalte en hielo a 90° de unos 3 metros, tras él, un nevero colgado accede a una línea de mixto y hielo a 75°-80° que, con ligera tendencia hacia la izquierda, se monta sobre un espolón poco definido. Reunión colgada frente a una pequeña cueva. Protección y reunión con tótems.
Resalte L3. |
Nevero colgado. |
Segunda parte L3. |
L4: 25 m, 3+
Se supera el espolón en un paso aéreo y expuesto hacia la izquierda, después, una estética goulotte (70°), permite acceder al punto exacto del vértice de la cumbre norte o Canchal de la Galana.
Paso delicado L4. |
Reunión vista tras superar el paso delicado. |
Cima. |
Muy contentos y helados de frío organizamos las cuerdas para iniciar el descenso. Tres rápeles por la cara este nos permiten llegar a terreno más amable. Aunque el sol ha hecho varios tímidos intentos por ganar la partida a las nubes, no lo ha logrado. Comentamos que nunca hemos escalado en unas condiciones tan duras, pero estamos convencidos de que ha merecido la pena, la vía, quizás la de formación más esquiva de la pared, es una de las más bonitas que alberga.
Tras rapelar y después destrepar unos cuantos metros, ya en la cabecera del Gargantón, sigue la nube metida, pero ahora apenas molesta el viento. Nos toca subir hasta el collado y afrontar la larguísima vuelta, hoy sí, muy cansados y algo tocados. Lo haremos saboreando la vía y pensando en dedicársela a Santi, el hijo de Yaco, el chaval, con ese nombre y con ese padre, tiene muchos puntos para aficionarse, cuando sea mayor, a este banal oficio sin beneficio que consiste en subirse y bajarse de las montañas heladas.
Días, una vez más, de blanco satén. Tal vez, hoy más que nunca.
Enhorabuena!
ResponderEliminarMuchas gracias!
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